¿en QUÉ MOMENTO nos PERDIMOS? IDEAS PELIGROSAS
reflexiones de un galeno
El totalitarismo es un sistema de gobierno y una práctica política cuyo principio fundamental es el ejercicio absoluto y sin restricciones del poder por parte del Estado de una nación. Restringe severamente las libertades individuales y construye un modelo de sociedad homogéneo, implacable y coercitivo.
El totalitarismo es una forma específica de dictadura. Puede entenderse como un método de organización del Estado en el cual se administra de manera rigurosa sus cuatro componentes (territorio, población, justicia y poderes públicos).
En este contexto, no existe oposición posible y absolutamente todo se somete a los designios del partido gobernante. Obviamente es incompatible con cualquier forma de democracia, ya que pone al Estado mismo por encima de todo, haciendo de él un fin en sí mismo.
Es muy posible hallar ejemplos de totalitarismo desde la Antigüedad. Sin embargo, surgieron en su mayoría en el siglo XX. Fue entonces que se acuñó el término dentro de la lucha política y luego fue asimilado por la academia universitaria.
Filósofos como Jacques Maritain (1882-1973), Max Horkheimer (1895-1973) o Hanna Arendt (1906-1975) le dedicaron parte de sus años de estudio, rastreándolo en regímenes tanto capitalistas como socialistas.
La primera vez que se empleó el término “totalitarismo”, no fue en el mismo sentido en que lo usamos hoy. Así llamó a su doctrina fascista el dictador italiano Benito Mussolini (1883-1945), cuyo eslogan político era “Todo en el Estado, todo para el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado”.
Aunque el totalitarismo y el autoritarismo son formas de dictadura, y son sistemas políticos que conceden poder ilimitado a un líder carismático, no son en absoluto sinónimos. La diferencia tiene que ver con el proyecto político que cada una propone, sea del signo ideológico que sea.
El autoritarismo suele implicar la idea de que un orden rígido y marcial es necesario para preservar el estado de las cosas. El dictador o el líder autoritario se enaltece como el ser idóneo para tener el poder absoluto. Quienes se opongan sufrirán las consecuencias, mientras que quienes consientan o no hagan nada podrán seguir en lo suyo, si tienen suerte.
Esto no significa que sea bueno o sea mejor, sino que el autoritarismo es una forma conservadora de gestión del Estado. Por esa razón es más frecuente (pero no exclusivo) hallar regímenes ideológicamente conservadores en dicha posición.
En cambio, el totalitarismo parte de la necesidad de una ingeniería social, o sea, de una reestructuración forzosa y controlada del Estado y de la sociedad, para lo cual el partido único debe copar absolutamente todos los espacios de la vida.
Ante el totalitarismo es difícil no verse afectado, y aunque también suele haber situaciones autoritarias en un régimen de este tipo, usualmente no es el líder la figura que sostiene todo, como en el caso de las autocracias, sino el partido. Por eso no suelen terminarse las dictaduras totalitarias tras la muerte del líder supremo, mientras que las dictaduras tradicionales, sí.
Otra diferencia clara tiene que ver con la necesidad del autoritarismo de investir al líder supremo con los ropajes de la autoridad (legítima o no), nombrándolo presidente, dictador, etc.
Por el contrario, en el totalitarismo, las estructuras personalistas suelen abolirse en favor de un Concejo o una Asamblea del partido, cuyo secretario general puede ser el líder supremo, o bien este puede ser una suerte de líder espiritual, como lo fue Ho Chi Minh en el Vietnam del Norte durante la Guerra de Vietnam (1955-1975).
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